«La Pandemia y el Sistema Mundo» Un texto de Ignacio Ramonet publicado en Le Monde Diplomatique del mes de Mayo y de acceso libre
6 mayo, 2020 munizipalistokUn análisis sugerente para la reflexión y el debate en un número que dedica el Dossier Especial a «COVID–19, Tras la crisis… Las Crisis» y que se puede leer en
Y del que recogemos algunos extractos que nos parecen relevantes pero que es mejor leer en conjunto
«Todo está yendo muy rápido. Ninguna pandemia fue nunca tan fulminante y de tal magnitud. Surgido hace apenas cien días en una lejana ciudad desconocida, un virus ha recorrido ya todo el planeta, y ha obligado a encerrarse en sus hogares a miles de millones de personas. Algo sólo imaginable en las ficciones post-apocalípticas…
A estas alturas, ya nadie ignora que la pandemia no es sólo una crisis sanitaria. Es lo que las ciencias sociales califican de “hecho social total”, en el sentido de que convulsiona el conjunto de las relaciones sociales, y conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores.
La humanidad está viviendo –con miedo, sufrimiento y perplejidad– una experiencia inaugural. Verificando concretamente que aquella teoría del «fin de la historia» es una falacia… Descubriendo que la historia, en realidad, es impredecible. Nos hallamos ante una situación enigmática. Sin precedentes (1). Nadie sabe interpretar y clarificar este extraño momento de tanta opacidad, cuando nuestras sociedades siguen temblando sobre sus bases como sacudidas por un cataclismo cósmico. Y no existen señales que nos ayuden a orientarnos… Un mundo se derrumba. Cuando todo termine la vida ya no será igual.
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Angustiados, los ciudadanos vuelven sus ojos hacia la ciencia y los científicos –como antaño hacia la religión– implorando el descubrimiento de una vacuna salvadora cuyo proceso requerirá largos meses. Porque el sistema inmunitario humano necesita tiempo para producir anticuerpos, y algunos efectos secundarios peligrosos pueden tardar en manifestarse…
La gente busca también refugio y protección en el Estado que, tras la pandemia, podría regresar con fuerza en detrimento del Mercado. En general, el miedo colectivo cuanto más traumático más aviva el deseo de Estado, de Autoridad, de Orientación. En cambio, las organizaciones internacionales y multilaterales de todo tipo (ONU, Cruz Roja Internacional, G7, G20, FMI, OTAN, Banco Mundial, OEA, OMC, etc.) no han estado a la altura de la tragedia, por su silencio o por su incongruencia. El planeta descubre, estupefacto, que no hay comandante a bordo… Desacreditada por su complicidad estructural con las multinacionales farmacéuticas (2), la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha carecido de suficiente autoridad para asumir, como le correspondía, la conducción de la lucha global contra la nueva plaga.
… Aunque el origen de todo, como dice David Quammen, reside en los comportamientos ecodepredadores que nos condenan, si no lo impedimos, a la fatalidad del cambio climático. Lo que está realmente en causa es el modelo de producción que lleva decenios saqueando la naturaleza y modificando el clima. Desde hace lustros, los militantes ecologistas vienen advirtiendo que la destrucción humana de la biodiversidad está creando las condiciones objetivas para que nuevos virus y nuevas enfermedades aparezcan: “La deforestación, la apertura de nuevas carreteras, la minería y la caza son actividades implicadas en el desencadenamiento de diferentes epidemias –explica, por ejemplo, Alex Richter-Boix, doctor en biología y especialista en cambio climático– Diversos virus y otros patógenos se encuentran en los animales salvajes. Cuando las actividades humanas entran en contacto con la fauna salvaje, un patógeno puede saltar e infectar animales domésticos y de ahí saltar de nuevo a los humanos; o directamente de un animal salvaje a los humanos (…) Murciélagos, primates e incluso caracoles pueden tener enfermedades que, en un momento dado, cuando alteramos sus hábitats naturales, pueden saltar a los humanos”
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La pandemia nos obliga también a interrogarnos sobre el modelo económico-comercial dominante. Desde hace cuarenta años, la globalización neoliberal ha espoleado los intercambios, y desarrollado cadenas de suministro transnacionales. La crisis sanitaria ha demostrado que las líneas logísticas de aprovisionamiento son demasiado largas y frágiles. Y que, en caso de emergencia como ahora, los proveedores remotos son incapaces de responder a la urgencia. Todo ello ha demostrado que, en muchos casos, la soberanía de los Estados es muy relativa.
Por extremismo ideológico neoliberal, el mundo ha ido sin duda demasiado lejos en la deslocalización de la producción, en la desindustrialización y en la doctrina del “cero stock”. Ahora, en una situación de vida o muerte, muchas sociedades han descubierto, atónitas, que para algunos suministros indispensables –antibióticos, tests, mascarillas, guantes, respiradores, etc.– dependemos de fabricantes localizados en las antípodas… Que en nuestros propios países se fabrica muy poco… La “guerra de las mascarillas” ha dejado una muy penosa impresión de impotencia.
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Las cosas no podrán continuar como estaban. Una gran parte de la humanidad no puede seguir viviendo en un mundo tan injusto, tan desigual y tan ecocida. Como dice uno de los memes que más han circulado durante la cuarentena: “No queremos volver a la normalidad, porque la normalidad es el problema”. La ‘normalidad’ nos trajo la pandemia…
Esta traumática experiencia debe ser utilizada para reformular el contrato social y avanzar hacia más altos niveles de solidaridad comunitaria y mayor integración social. En todo el planeta, muchas voces reclaman ahora unas instituciones económicas y políticas más redistributivas, más feministas y una mayor preocupación por los marginados sociales, las minorías discriminadas, los pobres y los ancianos. Cualquier respuesta post-pandémica debería apoyarse, como sugiere Edgar Morin, en “los principios de una economía verdaderamente regenerativa, basada en el cuidado y la reparación”.
El concepto de ‘seguridad nacional’ debería incluir, a partir de ahora, la redistribución de la riqueza, una fiscalidad más justa para disminuir las obscenas desigualdades, y la consolidación del Estado de bienestar. Se desea avanzar hacia alguna forma de socialismo. Es urgente, a nivel global, la creación de una renta básica que ofrezca protección a todos los ciudadanos en tiempos de crisis… y en tiempos ordinarios.
Los sistemas de salud deberán ser públicos y universales. Haber gestionado los hospitales como empresas ha conducido a tratar a los pacientes como mercancía. Resultado : un desastre tanto humano como sanitario. En todo caso, hay unanimidad para pedir que la vacuna contra la covid-19, cuando se descubra, sea considerada un ‘bien público mundial’, y sea gratuita y accesible para toda la humanidad. El nuevo coronavirus nos ha demostrado que, a la hora de la verdad, médicos, enfermeras y personal sanitario son infinitamente más valiosos que los brokers o los especuladores financieros.
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Las cosas no podrán continuar como estaban. Una gran parte de la humanidad no puede seguir viviendo en un mundo tan injusto, tan desigual y tan ecocida. Como dice uno de los memes que más han circulado durante la cuarentena: “No queremos volver a la normalidad, porque la normalidad es el problema”. La ‘normalidad’ nos trajo la pandemia…
Esta traumática experiencia debe ser utilizada para reformular el contrato social y avanzar hacia más altos niveles de solidaridad comunitaria y mayor integración social. En todo el planeta, muchas voces reclaman ahora unas instituciones económicas y políticas más redistributivas, más feministas y una mayor preocupación por los marginados sociales, las minorías discriminadas, los pobres y los ancianos. Cualquier respuesta post-pandémica debería apoyarse, como sugiere Edgar Morin, en “los principios de una economía verdaderamente regenerativa, basada en el cuidado y la reparación”.
El concepto de ‘seguridad nacional’ debería incluir, a partir de ahora, la redistribución de la riqueza, una fiscalidad más justa para disminuir las obscenas desigualdades, y la consolidación del Estado de bienestar. Se desea avanzar hacia alguna forma de socialismo. Es urgente, a nivel global, la creación de una renta básica que ofrezca protección a todos los ciudadanos en tiempos de crisis… y en tiempos ordinarios.
Los sistemas de salud deberán ser públicos y universales. Haber gestionado los hospitales como empresas ha conducido a tratar a los pacientes como mercancía. Resultado : un desastre tanto humano como sanitario. En todo caso, hay unanimidad para pedir que la vacuna contra la covid-19, cuando se descubra, sea considerada un ‘bien público mundial’, y sea gratuita y accesible para toda la humanidad. El nuevo coronavirus nos ha demostrado que, a la hora de la verdad, médicos, enfermeras y personal sanitario son infinitamente más valiosos que los brokers o los especuladores financieros.»
Esto son solo algunos extractos del documento que animamos a leer en su integridad porque aporta datos, miradas y enfoques necesarios para la reflexión y debate de los escenarios y estrategias futuras
Nota: la Imagen de Portada tomada de Revista de Frente donde publican otro articulo del Director de Le Monde Diplomátique en Español, Ramonet con el título de «La Pandemia y el Sistema Mundo»
Etiquetas: COVID19, Globalización, Le Monde Diplomatique, Mundo post-covid, Ramonet
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