Desde otro Lunes de Pentsionistak Araba

Las reformas laborales se han multiplicado desde el 2010 en el conjunto de las relaciones

laborales y la negociación colectiva; el poder de los empresarios ha aumentado con el mismo ritmo que se destruía la capacidad de negociación colectiva y los derechos de las trabajadoras y trabajadores.

Estas reformas laborales que van desde la destrucción de derechos de participación y control de las condiciones de trabajo, a la generalización de la temporalidad, la contratación y los EREs, el abaratamiento del despido, la subcontratación de obras y servicios, la externalización de segmentos de la empresa etc. han contribuido decisivamente al deterioro de las condiciones de trabajo, los bajos salarios y la salud laboral. Y bajo la apariencia de neutralidad, han contribuido a perpetuar la situación socio-laboral de las mujeres ya que muchos de esos despidos, deterioro de condiciones de trabajo, contratación parcial, etc. han afectado a mujeres.

La reforma de la negociación colectiva que ha eliminado la ultraactividad de los convenios devalúa los convenios sectoriales provinciales ha sido otro factor decisivo para que proliferen las dobles escalas salariales y la reducción de los salarios.

Los salarios pierden peso específico en el PIB y se agudiza la pobreza salarial que impide

especialmente a la gente joven acceder a unas condiciones de vida mínimamente dignas y autónomas e incrementa las desigualdades de género.

A día de hoy, no se han recuperado las decenas de miles de empleos perdidos durante la fase más dura de la crisis. Lo recuperado se está caracterizando, por la sustitución de empleos estables y con derechos por empleos cada vez más precarios. La precariedad laboral ha ganado posiciones en todos los sectores productivos, grupos de edad y géneros. Hay grandes diferencias en cuanto a las condiciones laborales de hombres y mujeres; el avance de la parcialidad ha crecido mucho estos últimos años.

La juventud está siendo uno de los sectores más afectados por la reconfiguración del empleo en esta nueva fase del capitalismo: con altos índices de desempleo, extrema precariedad de los nuevos empleos que se crean y pobreza salarial de los mismos, razón por la cual miles de jóvenes han optado por el exilio económico en los últimos años.

En los centros de trabajo y empresas, cada vez más, conviven personas trabajadoras que

prestan sus servicios para distintas empresas: principal, ETT, contrata, subcontrata, personal autónomo,…. Pero más allá de ello, en no pocas ocasiones, las personas trabajadoras de la supuesta empresa principal no son más que una pequeña parte de un proceso productivo.

Los perfiles de la explotación descrita son mucho más salvajes si hablamos de determinadas configuraciones del empleo como son, por ejemplo, el de las trabajadoras del hogar. En el 2012 este colectivo quedó integrado en el Régimen General, pero la equiparación no fué total. No tienen prestaciones por desempleo, faltan las cotizaciones por salarios reales, quedando aplazada la equiparación, primero para el 2019 y ahora para el 2021. Parece que el trabajo del hogar es necesario pero reiteradamente despreciado por los poderes. Miles de mujeres trabajadoras, son explotadas para atender a las necesidades de cuidados que las instituciones públicas dejan sin respuesta.

A modo de ejemplo para ver los efectos de las reformas laborales sobre los salarios, según la Ministra de Trabajo, en 2018m había 1.2 millones de cotizantes más que en 2011 y sin embargo se recaudaron 1.328 millones menos en cotizaciones. Estos datos ponen de manifiesto la brutal reducción de los salarios. Esto supone una bomba de relojería contra el Sistema Público de Pensiones.

Vitoria Gasteiz 27 de Mayo de 2019

Etiquetas: Laboral, Patrimonio